13 junio 2012

Me gusta la legalidad

Hace tiempo que hago lo que me dicta la conciencia, el instinto, el corazón, el coco, o lo que quieras llamarlo; cuando era pequeña, y luego cuando fui joven, vivía cien por cien pendiente de lo que pensaban de mi los demás, y solo me acarreaban disgustos, porque hiciera lo que hiciera, sièmpre me criticaban, y además con mucha saña; ahora también me critican, como a todo el mundo, pero mi yo interno me dice: "hiciste lo correcto", así que paso página y me quedo feliz.

Hace muchos año que tengo el privilegio de tener gatos, me denunciaron los vecinos, vinieron a hacerme una inspección de sanidad y resultó que, me quitaron la denuncia porque:

1º Tengo el patio vallado con reja de tres metro de alto y un metro horizontal en angulo recto con las verticales. Es del todo imposible que atraviesen las rejas, bajen a la calle, crucen la calzada, suban por la otra fachada e invadan los patios de las casas de enfrente.

2º Cada día viene una persona a recoger todos los excrementos, que en bolsas de plástico son depositadas en los contenedores por la noche, y además se limpian,  desinfectan y perfuman con anmbientadores, los lugares donde van a parar los residuos no sólidos.

3º La dieta que les proporciono, hace que no tengan ni pulgas, ni hongos, ni garrapatas, ni cualquier otro parásito. Un niño de meses podría jugar con ellos sin peligro.

Los gatos que "molestan " a mis vecinos,  más bien son los vecinos que molestan a los gatos,  son de otros domicilios sin vallar y gatos abandonados   por pseudo amos,  que cambiaron de casa dejándolos  abandonados a su suerte, en la calzada o los tejados... Estos felinos,  antes domésticos,  no saben buscarse la vida, acostumbrados a la comodidad de un cojín, no roban ni atacan, son mansos, se dejan coger y acariciar, no merecen la mala suerte que tienen. Casi todos los días veo alguno aplastado o reventado por las ruedas de los vehículos de conductores asesinos, saben que es una calle casi peatonal, donde a menudo juegan niños con sus balones, no se puede circular a estas velocidades.

Mi yo interno, me impulsa a alimentar y cuidar con medicamentos recetados por veterinarios cuando es necesario, no tengo obligación, pero aunque mueran atropellados o envenenados por desalmados, al menos no  mueren de hambre y enfermedades, no transmitiéndolas tampoco a los humanos. Tampoco les doy sopa ni otros alimentos,  que puedan descomponerse y atraer moscas y otros insectos, y solo les doy unas raciones que terminan siempre no dejando restos. Esto si, en un lugar secreto, tienen siempre dos litros de agua fresca.

Cuando vine a vivir a esta calle no había gatos, alguién  los envenenó a todos. Las ratas paseaban tranquilas por las calzadas, trasladándose de una casa deshabitada a otra por dentro de las casas habitadas. En mi casa provocaron muchos destrozos y contratiempos. Desde que cuido de ellos se acabó el problema. ¿Me lo agradecen los humanos? ¡Que va!... Me siguen denunciando... He pedido al Ayuntamiento un permiso oficial, no se si me lo darán, pero hago lo que mi ética me dicta.

A este paso, en pocos meses, con tanto asesino suelto, no quedará ni un gato en la calle; las ratas volverán a dominar el barrio... Que no se atreva nadie, a venir a casa a pedirme de uno de los míos, porque le daré con la puerta en la nariz... Y esto duele.