Desde que nací, vivo en una
casa muy grande, con mis hermanos, los hijos de mis hermanas, y otras
dos familias completas de gatos. Hace poco, murió mi madre, tenía
doce años, llegó a mi casa recién nacida y pudo permanecer toda su
vida junto a sus once hijos, nietos y biznietos. Pronto cumpliré
once años, ahora soy el más viejo y el más guapo. Cuando nací,
tenía un aspecto muy raro, oí que decían: “que feo es este
gato”, y como tuve la mala costumbre de jugar con los restos de la
chimenea, me ensuciaba tanto, que me llamaron al principio
“Carbonero”... Pero a medida que crecía, mi belleza aumentó...
Tengo bandas muy anchas y negras sobre un fondo castaño, como un
tigre de Bengala, aunque más oscuro, y mi pelo es muy sedoso. En
cuanto a las líneas de mi cara, son finas y perfectamente
simétricas, parecen trazadas por un artista.
Tengo
una perrita pequeña, se cree que es una gata, se llama Belinda, nos
quiere tanto, que cuando hay crías, prefieren dormir sobre su lomo
caliente y confortable, que con sus propias madres. Lo mejor de todo
es que también los gatos de la calle, la adoran…
También tengo dos
humanas... ¡Una es enorme!... Su pelo es de color claro, por
supuesto no tan suave como el mío. Nos da comida. Cuando viene
alguien de fuera, oigo que dice: “es mi marido”... No se
exactamente que significa, pero me quiere más que a los otros y yo
procuro mantener vivo su amor desmesurado, porque tengo privilegios;
por ejemplo, duermo en la cama con ella y me da una comida especial,
que solo comparto con los pequeñines de la casa... Yo la respeto y
ella a mi, somos la pareja perfecta. La otra humana es pequeña y
gordita... Parece una bola con gafas... Nunca se pone de pié, va
encima de una especie de silla, que en vez de patas tiene unas cosas
redondas que giran, y giran y giran… Me gusta sacar las uñas y
clavarlas en estas cosas, enseguida grita: -¡No me pinches la
rueda!- Entonces dejo de hacerlo y me acaricia, ¡tiene una habilidad
especial para saber donde me pica o duele!... Me da masajes con sus
pequeñas manos... ¡Me encanta subir a su hombro, y pasear encima de
ella, de uno a otro sitio de la casa!... A veces me abraza muy
fuerte, hace ruidos extraños, y le sale agua por los ojos, se pone
muy roja... Yo me quedo quieto, sin saber que hacer. ¡Ojala pudiera
quitar su dolor!... ¡La quiero mucho!... Me limito a rozar su
cabezota llena de rizos, con la mía, y eso le conforta...-”Menos
mal que tu si que me quieres”-dice. Cuando me suelta, le traigo
cosas para consolarla, un poco de mi comida, o una cabeza de
pescado... Pero no se lo come, y no se porqué, a mí si me gustan
estas cosas... Gracias a ella, he conservado mi familia... Nunca
quiso separarnos, dice que es una salvajada, y ¡tiene toda la
razón!... ¡Queremos mucho a nuestra mamá!... Es lo primero que
sentimos antes de nacer, y lo primero que vemos, cuando abrimos los
ojos unos días después; ella nos mima, nos da su leche calentita,
¡que rica!, su amoroso calor, estimula nuestros esfínteres y ¡hasta
se come nuestras cacas, para que no nos peguen...! -Ningún humano
hace esto por sus hijos!
Otros gatos me contaron, que
también tuvieron mamá, como yo, pero cuando eran muy pequeños, los
sacaron del nido bruscamente, y a pesar de los maullidos
desesperados de la madre y los llantos angustiosos de sus hijitos,
los separaron sin compasión y se los llevaron a sitios donde en
realidad no los querían… Mientras las mamás, buscan
desesperadamente a sus cachorritos, con las ubres repletas de leche,
ellos van muriendo de hambre y de frío, abandonados en la calle, o
en el bosque, o lanzados vivos al agua, o al fuego, o en vertederos
donde acaban quemados por el sol, o devorados por las ratas, o
encerrados en una bolsa de plástico y, lanzados con terrible golpe a
un gran contenedor oscuro y maloliente, donde aún vivos son
triturados por una máquina apestosa que hace un ruido infernal;
otros son expulsados desde la ventanilla de un auto y aplastados por
las grandes ruedas de los otros coches; o apaleados dentro de un
saco sin poder defenderse hasta morir... O llevados a sitios donde
los utilizan como cobayas, cortados en vivo, otra muerte horrible...
O les encienden la cola con gasolina, para luego poder vender los
terrenos, y aterrados, corren por el bosque, quemándolo todo a su
paso,. También me contaron que hay unos humanos muy malos, que si
los ven por la calle, los cogen con una red y los encierran en una
jaula tan pequeña que no pueden moverse, allí permanecen, pasando
frío, sin comida ni agua hasta que son asesinados... ¡Me
aconsejaron que nunca me deje coger por uno de esos!....
Mis humanas son distintas,
ellas nunca nos harían daño, aunque a veces sin querer les lastimo
con mis uñas, y otras veces me han pisado la cola o una patita,
entonces grito de dolor, pero no me enfado, al contrario, me subo a
la mesa para estar cerca de sus caras y las beso, para que vean que
no les guardo rencor, es culpa mía, porque me gusta ponerme debajo y
no me ven.
A veces nos meten en una
especie de “cuna” y nos llevan a un sitio que hay otros gatos y
perros, lo llaman Clínica Veterinaria... Allí hay una chica verde
como una lechuga, que se pone muy pesada, me toca con su mano por
todos lados, ¡me pincha!, y pretende ponerme plano sobre una mesa de
cristal ¡no me gusta nada!, y luego al llegar a casa, empieza el
verdadero jaleo: las dos mujeres, pretenden que me coma unas piedras
pequeñas, ellas la llaman pastilla, o antibi.... no se qué.
Intentan meterla en mi boca, o pretenden engañarme poniéndolas en
un platito, con las comidas que más me gustan, pero no me engañan,
aparto esta horrible cosa y me como el resto.
Solo las castigo, cuando me
niegan ciertos privilegios a los que ellas mismas me acostumbraron.
Por ejemplo: tumbarme sobre la ropa recién sacada de la maquina
grandota que hace mucho ruido, está calentita y huele tan bien…
Mmm… Un día, en vez de permitir que me tumbara sobre ella, como
siempre, se la llevó no se a donde… Pues tiré todo un vaso con
algo negro, en un cajón abierto, lleno de cajitas, creo que sus
pastillas… Normalmente, entiendo casi todo lo que dicen, en eso
llevo ventaja, porque yo las entiendo y ellas a mi no... Pero este
día, hablaban muy fuerte y deprisa, creo que estaban enfadadas...
Otra forma de castigarlas es hacer pipí, en las butacas, o en la
ropa que se van a poner, o los muebles, o las cortinas... Es
necesario que vean como lo hago, de lo contrario no saben quien lo
hizo, y el castigo no sirve...
A veces me escapo, y la
humana grande, se pone muy roja, y le sale agua de la cara, no se
tranquiliza hasta que vuelvo... ¿Te gusta estar encerrado entre
cuatro paredes? ¡Pues a nosotros tampoco! … Aunque la casa es muy
grande y tiene un patio enorme, nos gusta correr mundo, somos así,
¡nos gana la curiosidad!… Casi siempre regreso solo, pero una vez,
tuve mala suerte, me cogieron unos gamberros y me encerraron en una
habitación, sin comida ni agua... Pasé más de tres días pensando
que no las volvería a ver… ¡Que susto!... Cuando logré escapar y
me acerqué al patio, mi mujer me dio muy buena comida. ¡Que bueno
cuando me vio mi mamá, me dio tantos besos y lengüetazos, que me
dejó el pelo completamente mojado!
Cuando era pequeño, era muy
travieso, como todos los hijos del mundo, supongo. Si alguien dejaba
una caja abierta de tubitos blancos, con un lado de diferente color,
yo los sacaba todos y los escondía bajo diferentes muebles hasta no
quedar ni uno… Si no había, los cogía de estos platitos con polvo
gris, eran pequeños y arrugados, con una de mis manos, que tienen
pelos pero son iguales que las de los humanos, me lo ponía a la
boca, como hacen ellos y me iba…También solía esconderme en los
cajones, y armarios y cerraba… Lo divertido era oír como discutían
y llamaban, a veces pasaron horas sin encontrarme…
Los humanos se creen superiores
a nosotros, y no es cierto, solo permitimos que lo crean, es más
cómodo, estar tumbados al sol o junto al fuego, o a la sombra en
verano, que buscar comida. A veces no hay quien las entienda. El
otro día, mi sobrino-nieto, que siempre anda cazando bichos,
consiguió dos cucarachas vivas y se las metió entre las sábanas
para que al acostarse, las encontrara, y se pusiera contenta... Al
introducirse, sin verlas, notó el roce de aquellas criaturas por
distintas partes de su cuerpo, encendió la luz, y las vio salieron
corriendo en distintas direcciones, con sus largas antenas, se subió
a una silla, gritando como si hubiera visto un ratón… La pobre,
que con ver un trapo negro ya grita… ¡Parecía una loca!...De las
cucarachas no supe más, pero a mi sobrino, por un momento pensé
que lo mataba a escobazos...
Me entretiene mucho
contemplarlas, ¡siempre están haciendo cosas raras!... Por ejemplo:
nosotros tenemos un color de pelo, con el que nacemos, es para toda
la vida, y mantenemos muy limpio con nuestra lengua, en cambio ellas
se ponen ropas de colores, se las quitan, se ponen otras, se las
vuelven a quitar... Y esto no es lo peor, la grande, mete esta ropa
en una cosa grande y blanca que hace mucho ruido, no se parece a
ellas ni a nosotros, solo tiene un ojo muy grande, y allí los
colores dan muchas vueltas... Pues luego lo saca de allí y ¡lo
mete en otra igual que hay al lado! y lo mismo, vueltas y vueltas,
luego la saca otra vez y la pasea de un lado a otro... Y para
comer... Hacen un montón de viajes con cosas que ponen en una mesa,
comen, y luego ¡otra vez a llevar las cosas de un sitio a otro!...
¡Ah! Comen con unos palitos raros, con ellos cogen los pedazos y se
lo llevan a la boca... Para beber tienen unos tubos grandes... Luego
se limpian con unos papeles blancos... Y todo el día están
blablabla, a veces muy fuerte, otras ni se les oye... También
tienen una cosa con un gran ojo muy grande, en el sitio donde comen,
que va cambiando de colores y habla como ellas, no se que clase de
bicho puede ser, pero para ellas es importante, porque lo miran
mucho...
Yo no necesito hacer
blablabla... Me pongo junto a la puerta del patio de pie, y saben que
quiero salir... O saco la lengua y la vuelvo a esconder, saben que
tengo hambre o sed... Me tumbo en el suelo girando como una croqueta
y saben que quiero mimitos... Mi mamá era muda, pero nos miraba,
pensando muy fuerte y siempre supimos que quería decirnos...
Un gato vecino, regresó solo a
casa, lo habían encerrado en un saco para que no viera el camino y
lo dejaron abandonado en el bosque... Pues el solito, sin preguntar
nada a nadie, recorrió todo el camino de vuelta a casa, junto a su
humanito, que le quería muchísimo, aunque sus papás no le dejaban
tener gato. ¡Que bueno que mis amiguitas jamás me abandonarían!...
Ellas si que son buenas... ¡Las quiero tanto!...
Ahora tengo que dejarte, estoy
cansado. Es mi hora de la siesta… Que sueño…. Zzzzzzzz…