20 marzo 2014

   SOY EL SEÑOR FLOPPY
Desde que nací, vivo en una casa muy grande, con mis hermanos, los hijos de mis hermanas, y otras dos familias completas de gatos. Hace poco, murió mi madre, tenía doce años, llegó a mi casa recién nacida y pudo permanecer toda su vida junto a sus once hijos, nietos y biznietos. Pronto cumpliré quince años, ahora soy el más viejo y el más guapo. Cuando nací, tenía un aspecto muy raro, oí que decían: “que feo es este gato”, y como tuve la mala costumbre de jugar con los restos de la chimenea, me ensuciaba tanto, que me llamaron al principio “Carbonero”... Pero a medida que crecía, mi belleza aumentó... Tengo bandas muy anchas y negras sobre un fondo castaño, como un tigre de Bengala, aunque más oscuro, y mi pelo es muy sedoso. En cuanto a las líneas de mi cara, son finas y perfectamente simétricas, parecen trazadas por un artista.
Tengo una perrita pequeña, se cree que es una gata, se llama Belinda, nos quiere tanto, a los gatos, que cuando hay crías, prefieren dormir sobre su lomo caliente y confortable, que con sus propias madres. Lo mejor de todo es que también los gatos de la calle, la adoran…
También tengo dos humanas... Si, lo digo bien, si ellos pueden decir “tengo un gato” yo puedo decir que tengo dos humanas… ¡Una es enorme!... Su pelo es de color claro, por supuesto no tan suave como el mío. Nos da comida. Cuando viene alguien de fuera, oigo que dice: “es mi marido”... No se exactamente que significa, pero me quiere más que a los otros y yo procuro mantener vivo su amor desmesurado, porque tengo privilegios; por ejemplo, duermo en la cama con ella y me da una comida especial, que solo comparto con los pequeñines de la casa... Yo la respeto y ella a mi, somos la pareja perfecta… La otra humana es pequeña y gordita... Parece una bola con gafas... Nunca se pone de pié, va encima de una especie de silla, que en vez de patas tiene unas cosas redondas que giran, y giran y giran… Me gusta sacar las uñas y clavarlas en estas cosas, enseguida grita: -¡No me pinches la rueda!- Entonces dejo de hacerlo y me acaricia, ¡tiene una habilidad especial para saber donde me pica o duele!... Me da masajes con sus pequeñas manos... ¡Me encanta subir a su hombro, y pasear encima de ella, de uno a otro sitio de la casa!... A veces me abraza muy fuerte, hace ruidos extraños, y le sale agua por los ojos, se pone muy roja... Yo me quedo quieto, sin saber que hacer. ¡Ojala pudiera quitar su dolor!... ¡La quiero mucho!... Me limito a rozar su cabezota llena de rizos, con la mía, y eso le conforta... ”Menos mal que tu si que me quieres” – dice…. Cuando me suelta, le traigo cosas para consolarla, un poco de mi comida, o una cabeza de pescado... Pero no se lo come, y no se porqué, a mí si me gustan estas cosas... Gracias a ella, he conservado mi familia... Nunca quiso separarnos, dice que es una salvajada, y ¡tiene toda la razón!... ¡Queremos mucho a nuestra mamá!... Es lo primero que sentimos antes de nacer, y lo primero que vemos, cuando abrimos los ojos unos días después; ella nos mima, nos da su leche calentita, ¡que rica!, su amoroso calor, estimula nuestros esfínteres con su lengua, para que se desarrollen bien; y ¡hasta se come nuestras cacas, para que no nos peguen...! Ningún humano hace esto por sus hijos!
Otros gatos, de la calle, me contaron, que también tuvieron mamá, como yo, pero cuando eran muy pequeños, los sacaron del nido bruscamente, y a pesar de los maullidos desesperados de la madre y los llantos angustiosos de sus hijitos, los separaron sin compasión y fueron regalados prematuramente, cuando aún necesitaban mamar de sus madres, a familias, que realmente no los deseaban… O encerrados vivos en una bolsa de basura, como si fueran desperdicios y lanzados con terrible golpe en unos contenedores malolientes para ser triturados aún vivos por los camiones de recogida… Mientras las mamás, a quien nunca más verían, buscaban desesperadamente a sus cachorritos, con las ubres repletas de leche; les duele mucho porque se hinchan y precisan ser vaciadas por sus pequeños clientes, pero aún es peor el dolor por no encontrar los que llevaron en sus vientres meses anteriores… Otros acaban en vertederos, donde son quemados por el sol, o devorados por las ratas… Otros son expulsados desde la ventanilla de un auto y aplastados por las grandes ruedas de los otros coches; o apaleados dentro de un saco sin poder defenderse hasta morir... O llevados a sitios donde los utilizan como cobayas, cortados en vivo, otra muerte horrible... O cuando ya pueden correr, para luego poder vender los terrenos, les encienden la cola con gasolina, y aterrados, corren por el bosque, quemándolo todo a su paso. También me contaron que hay unos humanos muy malos, que si los ven por la calle, los cogen con una red y los encierran en una jaula, tan pequeña, que no pueden moverse, allí permanecen lejos de sus madres o de sus humanitos, angustiados, pasando frío, sin comida ni agua, durante días, hasta ser asesinados con inyección letal, como a los asesinos, o quemados aún vivos, su único delito fue la curiosidad, paseando se alejaron de sus hogares, luego no supieron regresar, y fueron atrapados... ¡Me aconsejaron que nunca me deje coger por uno de esos!.... Otros, que tuvieron suerte y pudieron escapar, me contaron que, en algunos refugios, hay una cámara de gas, para acabar con las vidas de nuestros semejantes y los perros…. Y en otros mal llamados “refugios” los gatos son ¡asesinados violentamente para dar comida a los perros…
Pero ya basta de hablar de cosas tan tristes, mi vida es bella, gracias a mis humanas, ellas son distinta, nunca nos harían daño, aunque a veces sin querer les lastimo con mis uñas, y otras veces me han pisado la cola o una patita, entonces grito de dolor, pero no me enfado, al contrario, me subo a la mesa, para estar cerca de sus caras y las beso, para que vean que no les guardo rencor, es culpa mía, porque me gusta ponerme debajo y no me ven.
A veces me meten en una especie de “cuna” y me llevan a un sitio que hay otros gatos y perros, lo llaman Clínica Veterinaria... Allí hay una chica verde como una lechuga, que se pone muy pesada, me toca con su mano por todos lados, ¡me pincha!, y pretende ponerme plano sobre una mesa de cristal, ¡no me gusta nada!... Luego mi amita pequeña saca un plástico que meten en una máquina, y sale un papel, después le devuelven el plástico, y se lo guarda, entonces dice bajito: “¡que caro!”… Luego al llegar a casa, empieza el verdadero jaleo: las dos mujeres, pretenden que me coma unas piedras pequeñas, ellas la llaman pastilla, o antibi.... no se qué. Intentan meterla en mi boca, o pretenden engañarme poniéndolas en un platito, con las comidas que más me gustan, pero no me engañan, aparto esta horrible cosa y me como el resto.
Solo las castigo, cuando me niegan ciertos privilegios a los que ellas mismas me acostumbraron. Por ejemplo: tumbarme sobre la ropa recién sacada de la maquina grandota que hace mucho ruido, está calentita y huele tan bien… Mmm… Un día, en vez de permitir que me tumbara sobre ella, como siempre, se la llevó no se a donde… Pues tiré todo un vaso con algo negro, en un cajón abierto, lleno de cajitas, creo que sus pastillas… Normalmente, entiendo lo que dicen, en eso llevo ventaja, porque yo las entiendo y ellas a mi no... Pero este día, hablaban muy fuerte y deprisa, creo que estaban enfadadas... Otra forma de castigarlas es hacer pipí, en las butacas, o en la ropa que se van a poner, o los muebles, o las cortinas... Es necesario que vean como lo hago, de lo contrario no saben quien lo hizo, y el castigo no sirve... Entonces gritan y gritan y me dejan sin comer un rato, pero al final me perdonan, me abrazan y me devuelven la comida… Me gusta tanto que me rodeen con sus brazos…
A veces me escapo, y la humana grande, se pone muy roja, y le sale agua de la cara, no se tranquiliza hasta que vuelvo... ¿Te gusta estar encerrado entre cuatro paredes? ¡Pues a mí tampoco! … Aunque la casa es muy grande y tiene un patio enorme, con arboles, flores y tierra, me gusta correr mundo!… Casi siempre regreso solo, pero una vez, tuve mala suerte, me cogieron unos gamberros y me encerraron en una habitación, sin comida ni agua... Pasé más de tres días pensando que no las volvería a ver… ¡Que susto!... Cuando logré escapar y me acerqué al patio, mi mujer me dio muy buena comida. ¡Que bueno cuando me vio mi mamá, me dio tantos besos y lengüetazos, que me dejó el pelo completamente mojado!
Cuando era pequeño, era muy travieso, como todos los hijos del mundo, supongo. Si alguien dejaba una caja abierta de tubitos blancos, con un lado de diferente color, yo los sacaba todos y los escondía bajo diferentes muebles hasta no quedar ni uno… Si no había, los cogía de estos platitos con polvo gris, eran pequeños y arrugados, con una de mis manos, que tienen pelos pero son iguales que las de los humanos, me lo ponía a la boca, como hacen ellos y me iba…También solía esconderme en los cajones, y armarios, me cerraba desde dentro… Lo divertido era oír como discutían y llamaban, a veces pasaron horas sin encontrarme…
Los humanos se creen superiores a nosotros, y no es cierto, solo permitimos que lo crean, es más cómodo, estar tumbados al sol o junto al fuego, o a la sombra en verano, que buscar comida. A veces no hay quien les entienda. El otro día, mi sobrino-nieto, que siempre anda cazando bichos, consiguió dos cucarachas vivas y se las metió entre las sábanas a la que dice ser mi mujer, para que al acostarse, las encontrara, y se pusiera contenta... Al introducirse, sin verlas, notó el roce de aquellas criaturas por distintas partes de su cuerpo, encendió la luz, y ¡las vio! corriendo en distintas direcciones, con sus largas antenas, se subió a una silla, gritando como si hubiera visto un ratón… La pobre, que con ver un trapo negro ya grita… ¡Parecía una loca!...De las cucarachas no supe más, pero a mi sobrino, por un momento pensé que lo mataba a escobazos...
Me entretiene mucho contemplarlas, ¡siempre están haciendo cosas raras!... Por ejemplo: nosotros tenemos un color de pelo, con el que nacemos, es para toda la vida, y mantenemos muy limpio con nuestra lengua, en cambio ellas se ponen ropas de colores, se las quitan, se ponen otras, se las vuelven a quitar... Y esto no es lo peor, la grande, mete esta ropa en una cosa grande y blanca que hace mucho ruido, no se parece a ellas ni a nosotros, solo tiene un ojo muy grande, y allí los colores dan muchas vueltas... Pues luego lo saca de allí y ¡lo mete en otra igual que hay al lado! y lo mismo, vueltas y vueltas, luego la saca otra vez y la pasea de un lado a otro... Y para comer... Hacen un montón de viajes con cosas que ponen en una mesa, comen, y luego ¡otra vez a llevar las cosas de un sitio a otro!... ¡Ah! Comen con unos palitos raros, con ellos cogen los pedazos y se lo llevan a la boca... Para beber tienen unos tubos grandes... Luego se limpian con unos papeles blancos... Y todo el día están bla-bla-bla, a veces muy fuerte, otras ni se les oye... También tienen una cosa con un gran ojo muy grande, que va cambiando de colores y habla como ellas, no se que puede ser, pero para ellas es importante, porque lo miran mucho...
Yo no necesito hacer blablabla... Me pongo junto a la puerta del patio de pie, y saben que quiero salir... O saco la lengua y la vuelvo a esconder, saben que tengo hambre o sed... Me tumbo en el suelo girando como una croqueta y saben que quiero mimitos... Mi mamá era muda, pero nos miraba, pensando muy fuerte y siempre supimos que quería decirnos...
Un gato vecino, regresó solo a casa, lo habían encerrado en un saco para que no viera el camino y lo dejaron abandonado en el bosque... Pues el solito, sin preguntar nada a nadie, recorrió todo el camino de vuelta a casa, junto a su humanito, que le quería muchísimo, aunque sus papás no le dejaban tener gato. ¡Que bueno que mis amiguitas jamás me abandonarían!... Ellas si que son buenas... ¡Las quiero tanto!...
Ahora estoy cansado. Es mi hora de la siesta… Que sueño…. Zzzzzzzz…

Querido amigo: Esta vez es tu siesta definitiva.. Sueña con nosotros, nosotros siempre soñaremos contigo.